Dios ha permitido la separación y/o divorcio por la dureza de los corazones. Mt. 19,3-8
Jesús enseña sobre el divorcio:
«Y se le acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, le dijeron: «¿Puede uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera?» El respondió: «¿No habéis leído que el Creador, desde el comienzo, los hizo varón y hembra, y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, ¿y los dos se harán una sola carne?“. «De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre.» Dícenle: «Pues ¿por qué Moisés prescribió dar acta de divorcio y repudiarla?». Díceles: «Moisés, teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón, os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así. »
El Dios de la Creación enseña que el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer, a tal magnitud que se considera son una sola carne. Evidentemente se refiere a una unidad que establece vínculos sólidos en el área espiritual, emocional y física. Ninguna otra relación humana, ni siquiera con los hijos, está diseñada para provocar ese alto nivel de intimidad.
Una sola carne se refiere a una unidad en los pensamientos, sueños, y proyectos de vida, de tal manera que ya no puede haber proyectos independientes, sino uno solo en el que los dos participan y aportan conforme a las cualidades, dones, talentos y responsabilidades de cada uno, conforme al diseño y propósito de Dios.
El versículo 5 dice que dejarán a padre y madre y se unirán para que sean un solo ente independiente y responsable por sus propias decisiones. Eso significa que los padres ya no deben intervenir en las decisiones del nuevo matrimonio. Pueden aconsejar, pero no decidir por ellos.
Cuando un matrimonio se establece en el nombre de Dios, ese matrimonio queda sellado bajo la ley espiritual de “lo que Dios junto, no lo separe el hombre”, Los problemas que aparecen en el matrimonio deben ser resueltos por medio de las enseñanzas bíblicas, pero la disolución del matrimonio no está autorizada.
Jesús enseñó que la verdadera causa de un rompimiento matrimonial es la dureza de un corazón que decide no perdonar, no ser tolerante, pensar en su propio beneficio y abiertamente desobedecer a Dios. Todos los matrimonios enfrentamos problemas en la relación; a veces un poco difíciles; pero para eso Dios nos provee recursos poderosos en las sagradas escrituras para resolver las dificultades y seguir adelante.
Si un matrimonio sufre de violencia doméstica, deben separarse para evitar un abuso, y con el propósito de sanar individualmente, recibir acompañamiento y ayuda para aprender a ser esposos a la manera de Dios. Una vez sanados, deberán volver a unirse para vivir conforme al plan de Dios.
Un corazón endurecido es uno que asume una actitud inflexible, intolerante, egoísta y orgullosa. Es una persona que cierra sus oídos a la palabra de Dios y decide actuar conforme a su propia voluntad, guiada por resentimientos y venganza. Es una persona incapaz de perdonar.
Todo ser humano que decide buscar a Dios y escuchar su palabra para obedecerla, va a recibir la capacidad de vencer sus debilidades de egoísmo y orgullo y va a aprender a vivir para honrar a Dios, siendo generoso, amable, humilde, manso y paciente con su cónyuge Entonces las debilidades humanas son controlables y pueden vivir un matrimonio saludable que de fruto en abundancia.
Toda falla, ofensa o error debe ser perdonada. Un corazón sensible a la voz de Dios es capaz de perdonar incondicionalmente, y reparar el daño causado con el amor de Jesús y la gracia de Dios Padre.

